Ayunar es la renuncia libre y consciente a tomar alimentos durante un espacio determinado de tiempo.
El ser humano no solamente puede ayunar cuando padece una enfermedad sino también para sacar provecho de su efecto preventivo.
Es el medio de desincrustación más eficaz. No incluye ningún alimento sólido, sólo agua.
Para que funcione necesita además de oxígeno del aire y de las fuerzas vitales, un carburante para quemar en los músculos, ácidos aminados para reparar los tejidos, minerales, vitaminas, etc.
Al no recibir carburante alguno, el organismo se ve obligado a encontrarlo en el interior de si mismo. Esta autolisis se realiza gracias a enzimas que actúan sobre las diferentes sustancias que componen nuestro organismo; proteínas, grasas, azúcar, etc.
Los tejidos se degradan en orden inverso a su importancia. Los menos útiles son los primeros que son autorizados, y los órganos vitales en último lugar (o quedan al margen de la autolisis).
La fuerza vital dirige con inteligencia primero la autolisis de los desechos, luego la de tejidos enfermos; tumores, grasas excedentarias, etc. y más tarde la autolisis de músculos o piel.
Las enzimas atacan todos los desechos, donde quiera que se encuentren, y los degradan en energías utilizables. De este modo, las toxinas se queman para proporcionar energía, y son desintegradas en partículas más pequeñas y más fáciles de eliminar. En consecuencia, los tejidos se limpian en profundidad.
Conjuntamente con la autolisis se produce una actualización eliminatoria. Los desechos de origen alimentario, los venenos intestinales y los restos del metabolismo están en franca disminución con el ayuno. Debido a nuestros hábitos, la cantidad de desechos que somos capaces de eliminar es, generalmente, inferior a la que producimos.
Durante el ayuno sucede lo contrario – fabricamos menos desechos de los que eliminamos. De esta forma se recupera el retraso eliminando las toxinas profundas, que son degradadas por la autolisis y que suben a superficie gracias a la sangre y a los emuntorios.
Esta subida de toxinas hace más dificultosos los primeros días de ayuno. Esto provoca un espesamiento de la sangre y una modificación en su composición, que repercuten sobre el estado físico del ayunante. Este puede sentirse abatido, agotado, desmoralizado u oprimido. También puede suceder alguna crisis curativa.
Es preciso que las puertas de salida estén abiertas para que los desechos puedan ser expulsados. En caso contrario, lo único que hacemos es cambiar las toxinas de lugar.
Hay un tercer fenómeno – la regeneración hística. El organismo puede centrarse en la regeneración de tejidos.
Mediante la autolisis ciertos elementos son retirados de los tejidos menos importantes a fin de ser utilizados en la reparación de los que la precisan. A menudo se puede comprobar que, durante un ayuno, se curan o mejoran pequeñas lesiones o que cicatrizan llagas que nunca habías podido cicatrizar. Esta regeneración también se explica por el reposo que el ayuno le proporciona al organismo.
COMIENZO DEL AYUNO
Se trata de preparar los emuntorios para que puedan enfrentarse a esta marea de toxinas y evitar que se obstruyan.
2 precauciones
Asegurarse que los emuntorios están bien abiertos mediante la estimulación y limpieza con diferentes drenantes. Si los emuntorios no se han abierto previamente, las toxinas autolisadas no podrán abandonar el organismo.
Ejemplos
Intestino - laxantes o lavados
Piel – sudación
Hígado – Plantas hepáticas
Riñones – Plantas diuréticas
Se disminuirá de forma progresiva la cantidad de alimentos que se consumen para permitir que el organismo se acostumbre a la abstención completa que vendrá a continuación.
NO DEBEN AYUNAR
Quien no se siente capaz
Reserva muy escasa – anorexia con hipertiroidismo, malabsorción intestinal severa, cáncer terminal, etc. Pero SI - en enfermedades inflamatorias crónicas aunque el peso sea bajo.
Función renal deteriorada
Embarazo y lactancia
Adolescencia si no hay responsabilidad
Edad avanzada si no hay buen estado general.
Tensión Arterial muy baja